El hotel Pilgrim había sido cerrado
aquella noche, solo los invitados a la fiesta del 80 cumpleaños de
Mary Ward podían entrar en el lujoso complejo.
Mary Ward había heredado hace unos
años la fortuna y empresas de su marido, el señor Rick Ward, el
cual había hecho fortuna con empresas tecnológicas e inversiones en
otros países. Las empresas Ward eran conocidas mundialmente y su
fortuna una de las mayores del mundo, así que Mary Ward no había
tenido falta de nada desde que el señor Ward había muerto.
Pero a pesar de las grandes
personalidades que podría haber invitado a su cumpleaños, Mary
había querido rodearse de su familia más cercana y de sus amigos, y
había querido darles una fiesta llena de lujos, por eso cerró el
hotel más lujoso del mundo solo para la fiesta.
Habían decorado el hotel al estilo de
la década de los 50 del siglo XX y todo el personal iba vestido
acorde a la decoración. Se había dispuesto un amplio vestuario para
que los invitados no desentonasen con todo lo demás y hasta la música
había sido escogida personalmente por la señora Ward. Toda esa
decoración, decía, le recordaba a su abuela, la cual, cuando joven
le había hablado de las fiestas de épocas pasadas.
La gente según llegaba, se acercaba a
saludar a Mary, la cuál estaba sentada en su silla antigravitatoria,
uno de los pocos elementos que destacaban con la decoración.
El reloj marcó las 12 de la noche y
las luces se apagaron, unas velas iluminaban la habitación. Se había
advertido a los invitados de esta parte, una ceremonia de tiempos
antiguos que consistía en que la persona que cumplía años debía
soplar unas velas colocadas sobre un pastel. Muy poca gente conocía
esta tradición y solo los más mayores entre los invitados habían
oído hablar de ella alguna vez. Mary sopló las velas y las luces
volvieron a encenderse, todo el mundo se acercó a felicitarla.
Poco a poco la gente volvio a sus
conversaciones y a los bailes.
-¿Quién es ese? - preguntó Mary a su
cuidadora, quien se encargaba de proporcionarle sus medicamentos y
controlar la silla.
-¿ A quién se refiere señora?-
-Al único que se dirige hacia aquí, ¿no
lo ves?, quiero que lo echen de mi fiesta, no entona con la
decoración.-
-Señora- le dijo preocupada la
cuidadora – no viene nadie hacia aquí, ¿se encuentra usted bien?-
A Mary Ward se le pusieron los ojos en
blanco e inmediatamente su cabeza se inclinó hacia delante.
La cuidadora, rápidamente le tomó el
pulso y se apresuró a intentar reanimarla. Pocos invitados se
percataron de esto hasta que la cuidadora gritó que se llamase a una
ambulancia.