El señor Lewis había ordenado que
nadie entrase o saliese del hotel sin su permiso, tras tres
muertes en su hotel siendo todas naturales según los equipos
médicos, éste había comenzado a dudar de alguno de sus empleados.
Una muerte o dos podían ser casualidad, pero tres en menos de un mes
ya era muy extraño, además de personas con bastante prestigio
social.
Había llamado a uno
de los mejores investigadores del mundo ya que el asunto lo requería
y La Guardia había hecho caso omiso de su petición ya que, según
ellos, no había necesidad de perder el tiempo en muertes de ancianos
que evidentemente se debían a causas biológicas.
El detective Frank
Owens llegó al hotel relativamente pronto, solo cuatro horas después
de la llamada del señor Lewis, el cual lo recibió personalmente.
Lo primero que hizo
Owens tras saludar al señor Lewis fue dejar preparada su habitación
y tras esto bajó al bar a tomarse una taza de café. En el bar,
repleto por los empleados del señor Jenkins, no dirigió una palabra
a nadie ni siquiera una mirada. Se terminó el café y volvió a su
habitación.
Todos en el hotel
murmuraban sobre el extraño comportamiento del detective, todos se
esperaban una ronda de interrogatorios. A parte de esto, la gran
mayoría tenían miedo de haberse quedado encerrados con un asesino,
mientras que unos pocos creían la versión oficial de que las
muertes no habían sido causadas por ningún ser humano o máquina.
El seor Lewis se
personó en la habitación de Owens para informarse de su
comportamiento. Ésta se componía, como la mayoría de las
habitaciones de hotel, de una sala con sofás y una televisión, un
cuarto de baño y una habitación con una cama doble. Owens había
colocado mesas portátiles y aparatos por todos lados y en el momento
en el que Lewis entró, estaba entretenido con uno de ellos, el cual,
el señor Lewis no había visto nunca.
- Es curioso como la
gente se altera cuando creen estar encerrados con un asesino, sin
embargo a simple vista no diría que hay nadie ni un poco preocupado, saben disimular bien, o tienen miedo de que saque
precipitadamente algún falso culpable- Comentó Owens antes de que
el señor Lewis dijese nada, dejando el aparato que tenía en las
manos en una de las mesas portátiles.