El doctor se había pasado varios días
hablando con diferentes abogados para que llevasen su causa a juicio
contra el mismísimo estado. Como es natural, ningún abogado quiso
hacerse cargo de su causa.
Por aquellos días recuerdo que el
doctor me había mandado recopilar los hechos históricos más
relevantes de varios países y sus fechas. Como era costumbre no
pregunté el motivo, había aprendido a ser paciente con el doctor y
esperar a descubrir para que quería el trabajo que me mandaba.
Aunque solía ser más bien trabajos matemáticos o de diversas ramas
científicas, pero nunca de carácter social como esa vez, por lo cual
estaba más intrigado sobre el uso que le daría el doctor.
Veía al doctor nervioso y con ojeras
por las mañanas, como si no hubiese dormido en toda la noche, pero
le restaba importancia atribuyéndolo al estrés de sus problemas con
su esfera y el estado. No llegué a imaginar nunca lo que acabaría
por pasar.
Una mañana, mientras consultaba un
libro sobre la historia de la Oceanía anterior al imperio tongano,
el doctor me pidió que dejase mi trabajo y me mandó a ayudarle con
ciertas ecuaciones que no acababa de comprender del todo. Pensé que
lo que hacía simplemente era un mero entretenimiento para mantener la
cabeza ocupada y no pensar en sus problemas, pero esas ecuaciones tan
complejas acabaría perteneciendo a algo mucho más grande, más de
lo que yo mismo esperaría. Con el doctor podías esperar cualquier
cosa, pero eso superaba todo lo imaginable.
La mañana de la ultima vista ante el
gobierno, el doctor estaba tranquilo, no tenia las ojeras que le
habían caracterizado la última semana. Comió más de lo que había
comido los días anteriores, abrió el campo de fuerza y metió la
bola en uno de sus bolsillos.
Acompañé al doctor hasta la puerta
del edificio donde por temas de seguridad no podía entrar. Esperé
varias horas sentado en las escaleras, entreteniéndome con mi
pulsera, leyendo algún ensayo que había dejado pendiente las
ultimas semanas debido a mi labor de investigación.
Cuando salió el profesor lo vi
bastante desanimado.
-¿qué ha pasado?- le pregunté
-Se han quedado la esfera y tengo que
mandar los planos mañana a primera hora-me respondió con un suspiro.
No me había esperado que se tomase el
robo, porque era claramente un robo, de su trabajo así, me habría
esperado de él cualquier reacción menos esa sumisión hacia lo
ocurrido.