Johannes se dirigió al departamento de
administración. Allí una pequeña puerta daba acceso a los archivos
en papel, al abrirla, se encontró con una sala pequeña con varias
puertas, todas ellas de metal con un número marcado en ellas del
diez al uno.
Johannes se dirigió a la que tenía el
número tres y puso su mano sobre la lente que había al lado de la
puerta, la luz de ésta se puso verde y la puerta comenzó a moverse
con bastante ruido. Johannes notó que la puerta era de un grosor
considerable para, evitar posibles robos.
Al entrar, la puerta se cerró tras él.
La sala estaba llena de armarios de ficheros bastante antiguos y con
varias mesas, sillas y lamparas para las consultas, puesto que no
estaba permitido sacar ningún archivo de aquella sala.
Se dirigió al libro de registros donde
se indicaba el armario y el cajón en que se encontraba cada
documento y , tras un rato buscando, encontró donde debía ir.
Sacó la carpeta del cajón y se sentó
en una de las mesas para comenzar a leer.
Tras varias horas leyendo los informes
médicos sin llegar a entender mucho, encontró algo interesante, un
patrón genético, que según el informe, los aliens no sabían de
donde venía. Sacó su dispositivo portátil y buscó en él el patrón
genético de la sustancia que se encontraba en cada escena de cada
desaparición. ¡Coincidía!.
El único problema es que según el
informe los alienígenas no sabían nada de esa sustancia, así que
debía intentar hablar con el equipo que había hecho las pruebas a
los aliens a ver si podían identificar de que se trataba.
Acabó de leerse el informe bastante
más apresuradamente que antes y en cuanto lo hubo acabado, sin
encontrar nada más interesante, lo volvió a dejar en su sitio y
subió de vuelta a su despacho para averiguar quién era el equipo y
pedir permiso para preguntarles por su labor con los aliens.
Ahora que tenía una pista tan clara no
creía que le rechazasen la oferta, además que esta vez no iba a ser
con los alienígenas sino con el equipo médico que los investigó.