La Muerte Silenciosa 2

El hotel Pilgrim había vuelto a su rutina habitual tras la muerte de la señora Ward, la cual había sido resuelta como muerte natural. El señor Lewis, el actual gerente del hotel, se había encargado de que el hecho repercutiese lo menos posible en los medios de comunicación ya que una muerte en su hotel, aunque hubiese sido por causas naturales, podría perjudicar el negocio.

Aquella mañana la afluencia en el hotel era la normal. Los huéspedes se repartían por las salas de uso común, ya fuese leyendo la prensa, charlando o desayunando en la cafetería.
Los nuevos huéspedes se registraban en la recepción y los botones, humanos y robots, subían las maletas a las respectivas habitaciones.

En su despacho, el señor Lewis acababa de recibir una llamada, un importante huésped, el señor Lamont, dueño de varios de los casinos más importantes del planeta y alguno fuera de este. El señor Lamont había hecho fortuna cuando, por accidente, encontró en un exoplaneta una beta llena de diamantes e invirtió en el negocio del vicio. El señor Lewis tenía por costumbre recibir personalmente a sus huéspedes más destacados como muestra de respeto.

El señor Lamont venía solo, había decidido tomarse un tiempo de descanso y no había mejor lugar que el hotel Pilgrim. Era un señor mayor, encorvado por la edad, con la totalidad de su pelo blanco. Sus herederos esperaban a que se jubilase para hacerse cargo de sus negocios, pero este no tenia ninguna intención de hacerlo.

El señor Lewis le esperaba en recepción, le saludó amablemente y le indicó su habitación. Por lo general, el hotel tenía guardados los datos de los clientes más importantes que ya habían pasado antes por el hotel, de esta forma a su vuelta, porque siempre volvían, no perdían el tiempo con el registro.

Se llevaron todas las pertenencias a la habitación del señor Lamont mientras este, se disponía a saludar a un conocido que había visto en el hall principal.

Hacia la tarde, en los jardines del hotel, se escuchó un fuerte grito de mujer. Varios de los huéspedes que se hallaban paseando por el recinto corrieron al foco del grito a ver que había ocurrido.

En la oficina del señor Lewis, llamaron al teléfono, este respondió rápidamente, como de costumbre y tras unos segundos dejó caer el aparato y salió corriendo por la puerta.


En los jardines, bajo las hojas de un sauce llorón, se hallaba el cuerpo sin vida del señor Lamont.