La Muerte Silenciosa 3

El señor Lewis había estado recibiendo llamadas toda la mañana. Muchas de ellas referentes a la muerte del señor Lamont. Aunque esta muerte también había sido declarada como natural por los servicios de emergencia, el hotel Pilgrim había amanecido con varios huéspedes menos, a nadie le gusta dormir en el mismo lugar en el que ha muerto alguien.

Ya era mala suerte una muerte, la cual si había podido tapar al público al haber sido en un acto privado, pero esta segunda muerte era prácticamente imposible de ocultar, aunque pudiese volver a convencer a los medios de comunicación de que no publicasen nada, los huéspedes que habían estado alojados durante el fatídico incidente contarían a sus familiares y amigos lo pasado y seguramente algunos exagerarían la historia.

El señor Lewis había comenzado los preparativos para un periodo de disminución de inscripciones, por lo que tendría que despedir a algunos de sus trabajadores lo cuál no solía agradarle demasiado.

Mientras estaba preparando algunas cartas para informar a los desafortunados de su baja en la plantilla del hotel, el teléfono del despacho comenzó a sonar. Terminó de firmar los pocos documentos que le quedaban antes de responder.

Al otro lado de la línea se encontraba el señor Jenkins, el cual pretendía cerrar el hotel durante una semana para celebrar una reunión empresarial. Seguramente ese fuese el empujón que necesitaba el hotel ahora mismo, si permanecía cerrado una semana y sin ningún incidente la mayoría de la gente se olvidaría de la reciente muerte.

Tras colgar, el señor Lewis rompió las cartas de despido que había estado preparando y dejó un mensaje de reunión a todos sus empleados. Bajó personalmente a la recepción para avisar de que no aceptasen mas registros de los que ya habían sido programados. El hotel debía quedar vacío en dos semanas.

A los cinco días, cuando a penas quedaban huéspedes, el señor Lewis reunió a todo el personal para informarles del cierre y dar instrucciones precisas de actuación durante la semana en la que los empleados del señor Jenkins permaneciesen en el hotel así como las preparaciones previas a la llegada y a la recepción de los empleados. El asistente del señor Jenkins había dejado una lista de sus empleados, de esta forma, al llegar cada uno podría asignarseles una habitación solo con que pasasen su dedo por el escáner.


Tras dejar a todo el equipo preparando el hotel, el señor Lewis volvió a su despacho a descubrir aliviado que ningún medio de comunicación había mencionado su hotel en las noticias relacionadas con la muerte del señor Lamont.