La Muerte Silenciosa 5

El señor Lewis había ordenado que nadie entrase o saliese del hotel sin su permiso, tras tres muertes en su hotel siendo todas naturales según los equipos médicos, éste había comenzado a dudar de alguno de sus empleados. Una muerte o dos podían ser casualidad, pero tres en menos de un mes ya era muy extraño, además de personas con bastante prestigio social.

Había llamado a uno de los mejores investigadores del mundo ya que el asunto lo requería y La Guardia había hecho caso omiso de su petición ya que, según ellos, no había necesidad de perder el tiempo en muertes de ancianos que evidentemente se debían a causas biológicas.
El detective Frank Owens llegó al hotel relativamente pronto, solo cuatro horas después de la llamada del señor Lewis, el cual lo recibió personalmente.

Lo primero que hizo Owens tras saludar al señor Lewis fue dejar preparada su habitación y tras esto bajó al bar a tomarse una taza de café. En el bar, repleto por los empleados del señor Jenkins, no dirigió una palabra a nadie ni siquiera una mirada. Se terminó el café y volvió a su habitación.

Todos en el hotel murmuraban sobre el extraño comportamiento del detective, todos se esperaban una ronda de interrogatorios. A parte de esto, la gran mayoría tenían miedo de haberse quedado encerrados con un asesino, mientras que unos pocos creían la versión oficial de que las muertes no habían sido causadas por ningún ser humano o máquina.

El seor Lewis se personó en la habitación de Owens para informarse de su comportamiento. Ésta se componía, como la mayoría de las habitaciones de hotel, de una sala con sofás y una televisión, un cuarto de baño y una habitación con una cama doble. Owens había colocado mesas portátiles y aparatos por todos lados y en el momento en el que Lewis entró, estaba entretenido con uno de ellos, el cual, el señor Lewis no había visto nunca.


- Es curioso como la gente se altera cuando creen estar encerrados con un asesino, sin embargo a simple vista no diría que hay nadie ni un poco preocupado, saben disimular bien, o tienen miedo de que saque precipitadamente algún falso culpable- Comentó Owens antes de que el señor Lewis dijese nada, dejando el aparato que tenía en las manos en una de las mesas portátiles.